Y es verdad. En todos lados escucho, leo, veo personas que se enorgullecen de no estar atrapados en las telarañas de la religión, de tener sus propios pensamientos y no estar maniatados por el Vaticano. A mí me parece una verdadera estupidez, porque ya veo al papa viniendo y metiéndose en la vida de las personas, y diciéndole a los gobernadores qué hacer. Por favor.
Dicen que creer en Dios o en alguna religión, principalmente el catolicismo, es de pendejos, de gente sin el valor de formar sus propias ideas. Sé que hay muchísimos fanáticos que se llevan todo ese asunto a niveles extremos. Y crean reglas y situaciones en su vida verdaderamente ridículas, y sobre todo, incongruentes. Pero la verdad es que las personas que reniegan de la religión desconocen, ignoran o simplemente no quieren ver el otro lado de la moneda: aquellas personas que viven bajo los principios que una religión les presenta y que ello los lleva a tener una vida tranquila, generosa, una buena presencia en este mundo.
Yo procuro esforzarme por cumplir dichos pretextos en mi vida diaria. Es difícil, porque generalmente la solución más fácil no es la mejor. Como cuando hacemos algo mal y preferimos ocultarlo con una mentira que afrontar las consecuencias. A veces lo logro, a veces no, pero sigo intentándolo, porque es lo que me hace feliz y porque sé que con esto no hago daño a las personas, sino al contrario, en algunos casos hasta llego a ayudarlas.
No creo que tenga nada de malo seguir mi religión, esa que nos dice que no matemos, que no robemos, que no mintamos, que no le faltemos el respeto a nuestros padres, que no seamos envidiosos. Sí, esa misma religión que nos dice que no abortemos, porque eso es asesinar (aunque quieran convencerse a sí mismas y al mundo de que no, chicas, lo es). Ya sé que chorromil mujeres podrán venir a decirme cosas de odio porque no respeto su derecho, pero nuestros derechos se terminan donde empiezan los derechos de los demás. Y matar es matar, punto.
Ahora, esto no significa que rechace a las personas que no creen en Dios, en Yisus y compañía al igual que yo. Yo pienso que una persona puede ser buena y creer en Satanás, aunque suene contradictorio. Satanás nos cuida, dice Brujería. Y eso me causa mucha gracia jeje. Incluso en mi familia bromeamos con eso, y tenemos un diablito de aquellas figuras del nacimiento en lo alto de nuestro librero, desde donde nos cuida. Obvio, es una broma. Un chascarrillo. Las personas se toman todo tan en serio, que son intransigentes. No toleran que otras personas no crean en lo que ellos creen, sea esa creencia en Dios o en su nulidad. Se quejan de que invaden su espacio las personas que profesan su religión, pero tienen su derecho. Igual si ellos quieren expresarse en una vía pública, deben poder hacerlo. Que no lo hagan, o que no los dejen, cae en la misma intolerancia.
Así que mi criterio de selección de amistades no se basa en la religiosidad de las personas, se basa en su manera de ser, en su manera de conducirse por el mundo. No soy yo una juzgadora del bien y el mal, obvio, ¿quién soy yo para hacerlo? Pero si alguien es sangrón, mala leche, grosero y todas esas características desagradables, pues simplemente no me acerco. Pocas veces en la vida me he cerrado a las personas, incluso cuando la primera impresión ha sido de que me desagraden. Es por eso que trato de ser una buena persona, y por eso se me hace bien tonto que critiquen a la religión cuando en realidad no escogen conocerla. Mientras me siga diciendo que no haga mal a los demás, sino todo lo contrario, trate siempre de ser una presencia positiva en sus vidas, yo seguiré ahí. Y yo creo que si todo el mundo siguiera ese tipo de políticas, aunque fuera en otra empresa, no estaríamos tan jodidos.
Quién sabe qué dije pero este es el fin. Fin. Y sí, hoy voy a ir a misa :o